El milagro de las flores

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Clara que amaba las flores. Le gustaba cultivarlas en su jardín, regarlas con cuidado y admirar sus colores y aromas. Clara era muy feliz con sus flores, pero tenía un gran sueño: ver la nieve.

Clara vivía en un lugar donde nunca nevaba, y solo conocía la nieve por las fotos y los cuentos que le contaba su abuela. Ella le decía que la nieve era como una manta blanca y suave que cubría todo el paisaje, y que hacía que la navidad fuera más bonita y mágica.

Clara deseaba con todo su corazón poder ver la nieve algún día, y se lo pedía a Papá Noel cada año. Pero Papá Noel nunca le traía la nieve, solo le dejaba algunos regalos bajo el árbol. Clara no se quejaba, pero seguía soñando con la nieve.

Un día, cuando faltaban pocos días para la navidad, Clara se levantó muy temprano y salió al jardín. Se llevó una gran sorpresa al ver que todas sus flores habían desaparecido. En su lugar, había unos extraños copos blancos que caían del cielo y se posaban sobre el suelo y las ramas de los árboles.

Clara no podía creer lo que veía. Era la nieve, la nieve que tanto había deseado. Se puso su abrigo y sus guantes y salió corriendo a jugar con la nieve. Hizo un muñeco, una bola, un ángel y se divirtió mucho. Estaba tan contenta que se olvidó de sus flores.

Pero cuando volvió a entrar en su casa, se dio cuenta de que había perdido algo muy importante. Sus flores, sus queridas flores, habían muerto por el frío. Clara se puso muy triste y se echó a llorar. ¿Cómo había podido ser tan egoísta? Había cambiado sus flores por la nieve, y ahora se arrepentía.

Clara se acercó a la ventana y miró al cielo. Le pidió perdón a Papá Noel por haber deseado la nieve, y le rogó que le devolviera sus flores. Pero el cielo estaba gris y silencioso, y la nieve seguía cayendo.

Clara se fue a su cama y se tapó con su manta. Se quedó dormida llorando, y soñó con sus flores. Soñó que las veía de nuevo, con sus colores y sus aromas, y que las abrazaba y les pedía perdón.

Al día siguiente, Clara se despertó con el sonido de unos golpes en la puerta. Se levantó y fue a abrir. Era su abuela, que había venido a visitarla. Clara la abrazó y le contó lo que había pasado. Su abuela la consoló y le dijo que no se preocupara, que todo iba a estar bien.

Luego, la abuela le dijo que la acompañara al jardín. Clara no quería ir, pero la abuela insistió. Cuando salieron al jardín, Clara se quedó sin palabras. Allí, entre la nieve, había un montón de flores. Eran las mismas flores que Clara había cultivado, pero ahora tenían unos colores más brillantes y unos aromas más dulces. Parecían unas flores mágicas, que habían resistido al frío y habían florecido con más fuerza.

Clara no entendía nada. ¿Cómo era posible que sus flores hubieran vuelto a la vida? Su abuela le sonrió y le dijo que era un milagro, un milagro de la navidad. Le dijo que Papá Noel había escuchado su deseo y le había traído la nieve, pero también había escuchado su arrepentimiento y le había devuelto sus flores. Le dijo que Papá Noel era muy bueno y generoso, y que quería que Clara fuera feliz.

Clara se sintió muy agradecida y feliz. Corrió hacia sus flores y las acarició con ternura. Luego, miró al cielo y le dio las gracias a Papá Noel. Después, se abrazó a su abuela y le dijo que la quería mucho. Su abuela le dijo que ella también la quería, y que la navidad era una época para compartir el amor y la alegría.

Clara sonrió y se sintió muy feliz. Había conseguido su sueño de ver la nieve, pero también había recuperado sus flores. Ahora tenía lo mejor de los dos mundos, y se dio cuenta de que la navidad era realmente mágica.