Erase una vez, una joven llamada Flor que vivía en un pequeño pueblo de Alicante, rodeado de campos de flores. Flor amaba las flores y las cuidaba con esmero, regándolas, podándolas y hablándoles con cariño. Las flores le respondían con su belleza y su aroma, y le hacían compañía en su soledad.
Un día, Flor conoció a un joven llamado Valentín, que había llegado al pueblo como comerciante, desde una provincia lejana de España. Valentín se enamoró de Flor a primera vista, y le regaló una rosa roja, diciéndole que era la flor más hermosa que había visto. Flor se sonrojó y aceptó la rosa, sintiendo algo especial por Valentín.
Los dos jóvenes empezaron a verse a menudo, y se contaron sus sueños y sus secretos. Flor le habló de su amor por las flores, y Valentín le habló de su deseo de viajar por el mundo. Los dos se dieron cuenta de que tenían mucho en común, y se prometieron amor eterno.
Pero un día, Valentín recibió una carta de su padre, que le ordenaba volver a su ciudad natal para casarse con una joven de buena familia. Valentín se entristeció y le contó la noticia a Flor, que se desesperó. Los dos se abrazaron y se juraron que se volverían a ver.
Valentín le regaló a Flor una rosa blanca, que simbolizaba la pureza y la fidelidad, y le dijo que siempre la llevaría en su corazón. Flor le regaló a Valentín una flor silvestre, de las montañas de Alicante, que simbolizaba la libertad y la aventura, y le dijo que siempre lo esperaría en su pueblo.
Valentín se marchó, y Flor se quedó sola, cuidando de las flores y esperando su regreso. Pasaron los días, los meses y los años, y Flor no perdió la esperanza. Cada día, ponía la rosa blanca en un jarrón junto a la ventana, y la miraba con nostalgia.
Un día, cuando Flor estaba regando las flores, vio a lo lejos una figura familiar. Era Valentín, que había vuelto al pueblo después de muchos años. Valentín corrió hacia Flor y la abrazó con fuerza, diciéndole que la había extrañado mucho y que había roto su compromiso para estar con ella.
Flor se alegró y le besó con pasión, diciéndole que lo había esperado todo ese tiempo y que nunca había dejado de amarlo. Los dos se miraron a los ojos y se sonrieron, felices de haberse reencontrado.
Valentín le mostró a Flor la flor silvestre que le había regalado, que aún conservaba en su bolsillo. Flor le mostró a Valentín la rosa blanca que le había regalado, que aunque ya seca, seguia teniendo una belleza especial. Los dos se sorprendieron y se maravillaron, al ver que sus flores habían mantenido aunque ya secas, su color y su belleza, a pesar del tiempo y la distancia.
Los dos comprendieron que sus flores eran un milagro y un símbolo de su amor, que había resistido todas las pruebas y los obstáculos. Los dos se tomaron de la mano y se dirigieron al campo de flores, donde se casaron rodeados de sus amigos y familiares. Y vivieron felices para siempre, cultivando su amor y sus flores. 🌹
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